domingo, 1 de mayo de 2016

Javier Donézar


Me acaban de comunicar la triste noticia de la muerte del Javier Donézar, excelente historiador y buen amigo, que hace apenas dos años se jubiló como catedrático de Historia Contemporánea de la Universidad Autónoma de Madrid.  

Navarro de nacimiento y de ejercicio, se doctoró en Historia en la Universidad Complutense de Madrid, de la que fue profesor, ejerciendo también su magisterio en el Colegio Universitario de Toledo (Universidad Complutense), el Centro de Estudios Internacionales ‘Ortega y Gasset’ (Toledo), en la UNED, la Universidad de Comillas y, ya como catedrático, en la Universidad de Castilla-La Mancha, para terminar de nuevo en Madrid, en la Autónoma. Preocupado tanto por la investigación, como por la divulgación rigurosa de la historia, ha dejado decenas de publicaciones, entre las que destacan Riqueza y propiedad en la Castilla del Antiguo Régimen (La provincia de Toledo del siglo XVIII), Bases Documentales de la España Contemporánea, Las revoluciones liberales, Francia y España, “Nación, identidad nacional y globalización” en Gobernanza democrática. Participó en Cádiz en el octavo y último congreso doceañista, con un texto tan documentado, como sugerente: “¿Queda algo por comentar acerca de la Constitución de 1812?” en Actas del VIII Congreso Internacional Doceañista, Cádiz 2012.


Lo conocí en 1986, cuando el Ayuntamiento de Cádiz organizó en el mes de julio un ciclo sobre la guerra de 1936, en el que participamos con Javier Tusell, José Luis Millán-Chivite y Julio Aróstegui, y allí nos hicimos amigos, una amistad que se fue reforzando con el paso de los años, con encuentros profesionales -en Madrid, en Cádiz y en otras universidades- y reuniones informales. 

Lector impenitente de prensa, gran conversador, inteligente y excelente persona, hemos compartido muy gratos momentos de tertulia, casi siempre con una copa de manzanilla o un buen rioja. Siempre dispuesto a ayudar, a atender a los amigos y, sobre todo, a sus alumnos, cuando Javier se jubiló, se organizó un merecido homenaje que abarrotó el aula magna de su facultad, un reconocimiento al que se sumaron muchos discípulos, compañeros y amigos que no pudieron asistir y que, como yo, ya le estarán echando en falta.

En la foto, durante el almuerzo que siguió a su homenaje, Javier se sentó entre Laura, su mujer y también historiadora, y Manuel Pérez Ledesma; al otro lado, Miguel Artola y yo. 

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