jueves, 7 de julio de 2016

Tabernas que me gustan: los guachinches de Tenerife

 La primera vez que estuvimos en Tenerife, hace ya muchos años, Rafa C.S. nos dijo que comeríamos en un guachinche. El local aparentaba poco más que un garaje, con varias mesas con manteles de cuadros rojos, sobre la que pusieron sendas lámparas -frascas- de vino blanco y tinto de Tacoronte-Acentejo, al que acompañaron varios platos de conejo y cerdo a la plancha, papas arrugás y no recuerdo qué más, sí que comimos y bebimos muy bien.



Aunque hay una teoría popular que dice que la palabra guachinche procede de la expresión inglesa watching -lo que me recuerda al origen del término gaditano guachisnay-, es más probable que el término sea una adaptación de la palabra bochinche, que según la RAE significa, en su segunda acepción, buche, y que en Iberoamérica y algunas zonas del norte de España identifica a una taberna.
En sus inicios los guachinches se abrían para vender el vino de la cosecha, del propio vitivinicultor, que se acompañaba de algún plato de la cocina popular canaria. En la actualidad, regulados, siguen con similares características, vendiendo vino de cosecheros, aunque la oferta incluye también cervezas y refrescos. Lo que no ha cambiado es la cocina, popular y muy buena.

En el último guachinche en el que hemos estado -El Pino- comimos bacalao encebollado -extraordinario-, conejo frito, costillas con papas y piñas de millo (mazorca de maíz), almogrote (un paté de queso curado, con pimentón, aceite de oliva, ajo...; si van por La Laguna no se pierdan el que ponen en Bodega o Casa Viana, en la calle del mismo nombre), escaldón (gofio, carne del puchero, mojo...), todo ello acompañado de las lámparas de vino blanco y tinto, más alguna cerveza.

 Bacalao encebollado
 Costillas con papas y piñas de millo
Conejo frito

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